Reseña sobre el XI Coloquio de Musicología en Casa de las Américas, La Habana, 2 al 6 de marzo de 2020

Cuando la academia baila al son de la música

por Lic. Mariana Signorelli

 

En aquellos días, cuando la peste no nos tenía al acecho, vivimo un intenso y sustancioso encuentro académico en el corazón del Caribe. Si a eso le sumamos que fue mi primera vez en la isla de Cuba y en la ciudad de La Habana, espero que los lectores sepan entender que las palabras de este relato estarán colmadas de aquel suculento impacto. Aunque no me detendré en las múltiples imágenes subjetivas que la ciudad me ha aportado (lo que podríamos seguramente charlar personalmente cuando pase la cuarentena), intentaré transmitir algunas de interés musicológico para que resulte un relato acorde al objetivo de esta reseña.

Aquella mañana cálida del lunes dos de marzo caminé unas quince cuadras por el barrio Vedado hasta el famoso Malecón y casi frente a él me encontré con el edificio de la emblemática Casa de las Américas. Espacio de cultura, de arte, de teatro y de música, donde sentirse como en casa es fácil no solo por la cordialidad y afectuosidad de las personas que allí reciben a sus visitantes sino también por los coloridos espacios colmados de historia, arte y el sin igual olor a café.

El comienzo transcurrió como en todos los congresos: la recepción, acreditación, primeros intercambios informales y el posterior llamamiento a ingresar a la sala Che Guevara para dar inicio e inaugurar el encuentro. Toda la semana, la anfitriona del evento María Elena Vinueza y varias musicólogas colaboradoras estuvieron pendientes de todos los detalles técnicos y organizativos.

Se presentaron a los integrantes del Jurado del Premio de Musicología 2020 quienes tuvieron la tarea de leer y valorar más de una decena de libros llegados de varios países del continente: Berenice Corti (Argentina), Claudia Fallarero Valdivia (Cuba), Oscar Hernández Salgar (Colombia), Jesús Gómez Cairo (Cuba) y Alejandro Vera (Chile), quien fuera el premiado de la edición anterior. A lo largo de esos días cada uno de ellos dio una conferencia sobre su tema de investigación. Además se comentó que en esta oportunidad se conmemoraba el cuadragésimo aniversario de dicho premio y el onceavo del Coloquio Internacional.

En esta ocasión los homenajes fueron dedicados a dos musicólogas. Una de ellas, musicóloga cubana referente que celebra sus cien años y que ha delineado caminos para quienes transitan esta área de investigación en la isla caribeña: María Teresa Linares. Dedicada toda su vida a la docencia, a la producción musical y a la investigación musicológica, con valiosos aportes en relación al folklore cubano, los cruces musicales entre España y Cuba, la música popular cubana y “el punto cubano” y sus particularidades en cada zona del país. Sin duda Teresa ha tenido una fructífera carrera y ha cosechado amorosos vínculos entre quienes la agasajaron en esta edición ya que siempre las referencias que le prodigaron han sido emotivas y afectuosas. Por razones de salud ella no estuvo presente. Por otro lado, Rosa Elena Vázquez, musicóloga, compositora, cantante y escritora peruana, ganadora del Primer Premio de Musicología de esta Casa en 1979, varias veces jurado, conferencista y partícipe de los Coloquios Internacionales. Se destacó especialmente su compromiso social y su infatigable lucha por la memoria y expresiones de los pueblos latinoamericanos.

La conferencia inaugural titulada “La circulación de la música española en el Perú del siglo XVII: un cargamento con música enviado a Lima en 1689” estuvo a cargo de Alejandro Vera, que no solo comentó los resultados de su trabajo sino también relató “la cocina”, es decir, los entretelones de su encuentro con el objeto de estudio en los archivos de la Catedral Metropolitana de Perú, los cruces teórico-metodológicos que decidió utilizar para el análisis, anécdotas de su trabajo, imágenes sonoras con las que nos transportó al siglo XVII y cómo se habían sorteado ciertos inconvenientes de intercambios de músicas e instrumentos en aquella época.

A continuación, nos trasladamos a la biblioteca a visitar la exposición “Musicología en la Casa” y realizamos una ronda de presentaciones personales entre los expositores de Argentina, Chile, Brasil, Colombia, España, EEUU, México, Perú, Puerto Rico, Venezuela y Cuba.

Respecto a las demás conferencias, me centraré en la de la colega de nuestra asociación Berenice Corti, “Paul Wyer y las matrices afroatlánticas del jazz creol”, brindada el miércoles 4 por la mañana. Esta presentación sigue en la línea de los estudios que la musicóloga argentina transita desde hace algunos años sobre la música de jazz, las hibridaciones culturales, los sujetos afrodiaspóricos, las experiencias, intercambios y producciones musicales jazzísticas. En esta oportunidad, presentó la figura de Paul Wyer y su incursión en la escena de Buenos Aires en los años veinte, especialmente en la Boite Africa. Destaca en Wyer su modo de hacer música que se asocia a su creolidad: la dimensión performática repercute en la sonoridad como una especie de contracultura de la modernidad.

Las mesas temáticas estuvieron organizadas en torno a las siguientes perspectivas teórico-metodológicas: Teoría y crítica de la historiografía musical latinoamericana, enfoques actuales para la investigación musicológica de archivos y colecciones de música, nuevos paradigmas metodológicos basados en técnicas y formatos digitales, música y discursos contemporáneos y musicología, formación musical y gestión del conocimiento. Compartí mi ponencia “Resonancias del Martín Fierro a través de la palabra y la voz en el ballet Estancia Op. 8 de Alberto Ginastera” en la mesa de Teoría y crítica de la historiografía musical latinoamericana del día jueves 5 junto a los trabajos de Inmaculada Matía Polo sobre Pastora Imperio y Encarnación López, dos bailarinas y coreógrafas españolas que realizaron intervenciones artísticas en Uruguay, y Marisol Quevedo que presentó su ponencia sobre el Festival de música interamericano estimulado por la OEA y la relación política de quienes participaron en él en pleno contexto de la Guerra Fría. De las demás mesas por las que transité en esos días he podido registrar que las preocupaciones centrales que ocupan a los estudios musicológicos de la región circulan por los cruces entre música y política, los estudios sobre la conservación de música en archivos, la influencia de las nuevas tecnologías en el consumo musical, las metodologías de enseñanza de la música, las instituciones de formación musical y las producciones musicales latinoamericanas en relación a los entramados sociales. Sobrevuelan en las discusiones conceptos de identidad, memoria, historia, análisis musical, géneros musicales, estética y se han realizado sustanciosos aportes musicológicos sobre algunos creadores musicales poco estudiados hasta el momento.

Ha sido muy llamativa la presencia de estudiantes de conservatorios que han copado la sala en varias oportunidades y han realizado interesantes preguntas que favoreció el intercambio intergeneracional de saberes e inquietudes. Además, se pudo observar una mayoritaria participación de musicólogas mujeres aún cuando las cuestiones de género no han revestido evidente presencia en el encuentro.

 

Las jornadas también nos encontraron entre presentaciones de publicaciones como libros de Ediciones Cidmuc; del Sincopado habanero, vol IV, 2019; del Boletín Musical nº53; del libro María Teres Linares. Textos para la escucha; y de El dulce reato de la música. La vida musical en Santiago de Chile durante el período colonial de Alejandro Vera (Premio Musicología 2018) y documentales que fuimos a ver a la sala de cine de Fábrica de Arte Cubano. La Fábrica es un espacio cultural donde se reúnen las más novedosas expresiones artísticas de la vanguardia del arte cubano. Hay salas de concierto, salones para tomar clases de hip hop o improvisación, espacios de exposición de artes visuales y bares con terracitas para el esparcimiento. Allí nos congregamos para ver un concierto de música contemporánea francesa y cubana de los siglos XX y XXI interpretada por Luna Tinoco y Carolina Baños con proyecciones visuales a cargo de Raúl Morejón.

Entre los conciertos que fueron programados para disfrutar esos días se destacaron el de la apertura que presentó la Orquesta de Cámara Música Eterna, dirigida por Guido López-Gavilan y el de cierre por Pupy y los que son son. Estos últimos nos impulsaron a correr las sillas de la Sala Guevara y nos invitaron a bailar ritmos caribeños, resultando una verdadera fiesta de cierre de las intensas jornadas transcurridas.

El anuncio del Premio de Musicología 2020 colmó de aplausos la sala: Marita Fornaro y su obra Más allá del humor: articulación de lenguajes artísticos y procedimientos retóricos en la murga hispanouruguaya, resultó la obra premiada. Sobre ella el colombiano Óscar Hernández Salgar en nombre del jurado destacó que: «aporta un corpus de ideas y datos sin precedentes sobre un género importante de la cultura popular latinoamericana. Estos datos son de tipo etnográfico, iconográfico y archivístico entre otros, ya que incluyen fotografías, testimonios orales y documentos de archivo» y además dijo que su libro «tiene la virtud de incorporar diversos enfoques, tematizar aspectos escasamente abordados en obras anteriores sobre el mismo género y estar muy bien escrito».

El marco de aquellos días no pudo ser más sorprendente: La Habana me colmó de imágenes. Visité algunos museos y monumentos revolucionarios, el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, la fortaleza, anduve en los coco-taxis, vi al malecón embravecido al estilo de una sudestada porteña, comí arroz moro, tomé mojitos, escuché a la maravillosa Haydée Milanés (hija de Pablo) en un subterráneo bar de jazz, caminé mucho por las callecitas de la Habana Vieja, admiré los coloridos autos descapotables de los años ´50, anduve por la avenida del Prado, hojeé libros y saqué miles de fotografías. Sin dudas, una experiencia de musicología, música, imágenes, sonidos, sabores y colores inolvidable.

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